De miedos y otros prejuicios

Un monólogo íntimo y descarnado sobre el paso del tiempo, los vínculos rotos y la memoria persistente.

LITERATURAFRAGMENTOS

Lujan Baena

5/27/20253 min read

<<Nadie en su sano juicio, hubiese dicho alguna vez que la vida era fácil, pero sí hay momentos peores y más duros que otros>>.

Eso fue lo que pensé durante toda la vida, y actualmente sostengo aquella forma de pensar, habré cambiado algunas que otras, tal vez los años me han dotado de una sensibilidad que antes no poseía; no sé si serán los achaques de la vida o es que ya estaré vieja. Reflexionaba sobre ello, sentada en una silla mientras me fumaba un puro, no me vengan con esas giladas de que hacen mal, ya sé que hacen mal, pero hasta ahora no me he muerto, y dudo mucho que mi encuentro con la parca sea por un cáncer de pulmón u otras esas boludeces que dicen.

Sí, fumo desde los quince años, y desde mí nacimiento que soy cabeza dura.

Ignoren mí literalidad y rudeza para decir las cosas, siempre fui así y ya a mí sesenta y pico de años no voy a cambiar.

Exhalé la última pitada, me levanté de la reposera y me adentré en mí casa. Guiada por un sentimiento opresivo en el pecho (y no, no era un infarto), me dirigí a mí mesita de luz, abrí uno de sus cajones y saqué de su interior una fotografía: la fotografía de mí hermano, apenas cinco años mayor que yo…Cinco años, cinco años parecen ser muy poco, pero pueden ser toda una vida, y no una vida bonita.

Hace tiempo desconozco que fue de él, se fue, aunque yo tampoco lo busqué. Porque “a perro, perro y medio”.

Me senté en la cama, y comencé a llorar hasta dormirme, entre sueños recordé mí infancia.

<<Aquellos días que te parecían más duros, serán en retrospectiva, los más felices>>

Era la década del ochenta en Argentina, no recuerdo más allá de eso, sólo a mí y a mí hermano, Miguel.

Por lo poco que me contó, (típico hombre que posee escasez de palabras), nuestros padres habían muerto durante la dictadura, aunque (según las palabras de Miguel) tampoco eran dignos de tener hijos.

Será por eso que tengo recuerdos muy borrosos de ellos, y sólo guardo en mí memoria los momentos que pase con mi hermano, quién sabrá, porque luego la vida nos separó. Será porque nuestros caracteres nunca congeniaron; yo era muy habladora y arisca, él muy callado y cariñoso…Exacto yo hablaba mucho, y él demostraba. Como cuando le dije que yo era más fuerte que él y siempre lo defendería, hasta que los rumores y los piedrazos llegaron hacia Miguel, y yo por miedo a perder a mis amistades, no lo defendí.

Las mujeres también rompemos corazones.

Pese a ello, él continuó estudiando y trabajando por las noches, para darme un hogar y comida, me dio vergüenza enterarme de su trabajo. Desde aquel día no volví a hablarle, él se fue alejando poco a poco, pero a una distancia prudente, en la cual seguí cuidándome. Tal vez ninguno era lo que esperábamos del otro, pero él me amaba, y yo…yo tenía miedo.

No me pregunten de qué, tan habladora y con miedo, es como una burla.

Con el tiempo, me enteré que se enfermó de SIDA. Fui a verlo al Hospital, y no me dirigió ni una palabra. Ahí comprendí que debía distanciarme totalmente.

Lo raro es que, pese a todo ello, ahora lo veo frente a mí, de la misma edad que tenía cuando falleció, pero completamente sano, ¿Cómo me encontró?

Me dio la mano, yo no dudé ni un segundo, y me fui con él.

Tal vez ahora, o en otra vida, podamos vivir sin miedos ni piedrazos, como hermanos.


Mis escritos están fuertemente influenciados por mis emociones, y por la cultura en la que he crecido.