Hay una diferencia existencial entre el “querer o no querer hacer las cosas” y el “poder hacerlas o no”. Descubro que allí reside el espíritu de la abejidad, parafraseando a Unamuno. Medito sobre la laboriosidad de una abeja y resurge una lección de vida. Quiero escribir sobre Adela, la tía que me crió. Ella “abejó” en la familia. Mi tía abeja no me dio la vida pero la cuidó. Con su sororidad abejil, apoyó a mi madre en la construcción y protección del panal seguro para crianza. Recuerdo aquél “No podés porque no querés”, que espetaba con aguijón.
Entendí que la abejidad se ejerce como el arte de hacer lo que hay que hacer desde el amor.
Y entonces aparece la virtud de la “melificación” que va en el deseo de amar. Al final de la meditación confirmo que Adela- abeja tenía razón: “querer es poder”.
