Sur de Chile (en cuatro cuadros)

Aquí un poema en cuatro tiempos que retrata con lirismo épico la belleza, el dolor y la resistencia del sur de Chile, donde la naturaleza majestuosa convive con la memoria ancestral y la melancolía de un pueblo despojado.

LITERATURAPOESÍA

Rafael Peñaloza / Chile

5/20/20253 min read

I. Amanecer dorado

¡Hasta ti he llegado, enjambre de puertas abiertas,
a escuchar las canciones que tus vientos cantan!
Me reciben nubes púrpuras cuidando la Tierra
cultivos y animales bañados en éxtasis
cielos impresionistas, es un canvas
esta panorámica donde amanecen las araucarias
en campos rasos, su imponente presencia
hace surgir arriba el color, la magia
mientras hurguetean por la frondosa hierba
y vastos bosques tiernas criaturas.

Las nubes se toman de las manos
formando un solo enjambre de gran espesura,
corona triunfal cercando esta tierra;
el Villarrica de oscura masa y bufanda de nieve,
se despierta orgulloso de cordura
mientras el Osorno, majestad cuneiforme,
insaciable de sol, insaciable de lluvia,
custodia el río, cristal caído del cielo,
que refleja su cima puntiaguda.

Danzando en grito gutural las bandurrias,
soberbias aves pronosticadoras del clima,
a los montes húmedos y a sus selvas
aún riendo del rocío y sus cosquillas
para darle la bienvenida a un nuevo día
en esta Tierra de inagotables sorpresas.

II.El día y sus danzas

Al esplendor de vivificantes rayos
que por estrechos de nubes se abren paso
lucen pintadas de florido carnaval
las cabizbajas tejas de madera
de las casitas, como barnizadas castañuelas,
y meneándose al son irregular
del crepitar del pan en el horno
humean y humean la metálica chimenea
y las parrillas del mercado de Hornopirén.

Afuera,
las hortensias crecen como hierba,
azules, moradas, de hipnotizante desnudez,
entre medio de la sudorosa piedra,
bloques megalíticos de eras arcaicas,
seno inmemorial de esta isla
santuario de la lluvia y su vaivén
de ventanas empañadas, de hogares cálidos
lanchas zarpando, lanchas arribando
al río negro de Hualaihué.

Explosión de verde en la pupila
son tus bosques de magna densidad
por los senderos de incesantes curvas
y colosales caídas de agua, Saltos del Petrohué;
el coihue y el tepu de dobladas columnas
donde anida el martín pescador
cuyo canto responde la caída de la espuma
y a los zorrillos que revolotean las hojas.

Tanta maravilla en una obstinada tarde
de eterna parsimonia, rotación sin prisa
de nubes que suspendidas se deslizan
en esta Tierra de los suspensos
de naturaleza indómita y clima porfiado;
en este cielo tan diverso
de nubes grises bien cargadas,
de apacibles nubes blancas,
y de celeste bóveda de pensamientos.

III. Atardecer, repentino telón

De espesa niebla tan solo soluble
por el arrebol que subyace sus muros
es esta transición súbita, inadvertida,
de pies livianos y pasar mudo;
es el gélido aire puro
que barre de golpe a la vida
e invita a pasear a la muerte.

IV. Noche de siniestras andanzas.

Espectros negros son tus nubes
encarnación de mentes anonadadas
por esta Tierra donde nada se asume
donde la lluvia que se fue luego pasa
y la espesa negrura, despiadada, cubre
de terror y misterio a la inocente explanada
con ruidos extraviados y sombras errantes
de viejas leyendas, oscuros pasados
que nutren las raíces de nuestro presente;
la ciénaga descansa como una postal
de pantano maldito, de pesadumbre silente
con tan sarcástica serenidad
ante tanta congoja indeleble
no hay mayor estrago que esta quietud
fúnebre de sepulturero inclemente.

Llega la noche como un destierro
y cae con ella la pena del araucano
de gotas pluviales intermitentes,
lágrimas de una era interminable
golpeando los kultrunes de cuero roto.

Ya no tienen a quién alertar las trutrucas
del tiránico acallar y del humo de las industrias;
sello de derrota en la lucha, comprende el mapuche hermano
que entre sus protectores, los enormes valles,
yace extranjero, desamparado,
dueño de nada, aún con tanto que cuidar,
se lo recuerda el cielo desprovisto de estrellas
esta noche, que tan tardía llega,
esta noche rezagada que nos llega,
esta noche inconsolable que tanto nos pesa.

Y entonces el araucano
con la vista clavada en su Tierra
comienza a cerrar los ojos con impotencia
y se despide de ella.

Oriundo de Quillota, Chile. Ha publicado en antologías físicas de poesía y en revistas digitales, ya en camino de lanzar su primer poemario. Actualmente reside en Viña del Mar.